El Sonido de cine y su propia narrativa: El descubrimiento de una vocación sonora

El Sonido de cine y su propia narrativa: El descubrimiento de una vocación sonora

«Yo quería recoger los cables y limpiarlos, no me importaba, me enamoré del cine, poco a poco fui conociendo más sobre audio y luego me di cuenta que había encontrado un lugar.«

Gisela Batz tuvo sus primeros conocimientos sobre sonido por parte de su familia, luego conoció el cine y tuvo la oportunidad de participar en la producción de su hermano, quien era estudiante de cine. También ha tenido influencia artística de sus padres, ambos fotógrafos, lo cual le permitió experimentar en otras áreas de la cinematografía. Para ella hacer sonido tiene un lenguaje propio con igual importancia que la imagen, nadie quiere ver una película donde no se escucha nada.

Hay historias con las que se siente identificada. Una experiencia mágica fue “Ana cumple catorce», un cortometraje financiado por Unicef que habla sobre la edad mínima en que una niña podía contraer matrimonio en Guatemala. A cargo de la dirección y la fotografía había mujeres y de esa grabación experimentó la pasión y empatía con la que una historia debe ser contada. Era un tema sensible y el rodaje también lo fue, el equipo tuvo muchas emociones encontradas.

La pasión permite seguir trabajando, pues Gisela señala que no hay ningún tipo de apoyo para el gremio y si ha existido alguna vez, ha estado dirigido a un grupo selecto, por encima de los pequeños proyectos que han intentado despegar. A pesar de los obstáculos, considera que los más apasionados, los más jóvenes, quienes aún no conocen el «se puede y no se puede», son quienes innovarán y convertirán el cine nacional en algo que su misma gente quiera ver y del cual se sientan orgullosos.

Sueña con escribir y dirigir su propia película. Sabe que es difícil, pero no imposible. Nunca se imaginó trabajar en cine, así que sabe que puede hacerlo realidad.


«Desde pequeña empecé a encontrar el amor por las películas, la emoción de ver algo nuevo, la curiosidad de cómo se realizaba la puesta en escena. Quería entender la magia del cine y ser parte de eso.«

Andrea Olaverri empezó a estudiar cine en 2015, junto a alumnos interesados en la fotografía, arte, producción, dirección y montaje, pero no en sonido. Supo que allí había una oportunidad para aprender, explorar y trabajar.

El sonido es una pieza fundamental en cualquier proyecto audiovisual. Menciona que con un buen sonido la mitad de un proyecto está lista, pues a través de él los espectadores completan los sentimientos o sensaciones que están viendo en pantalla.

En el 2017 participó en el mosaico de agua con colores más grande del mundo, el cual ganó un Récord Guinness. Formó parte de la grabación del avance del mosaico hasta culminar con la premiación y entrega del galardón. Ese proyecto impactó en su vida, pues aprendió que toda historia necesita empatía para generar conexión, tanto con el espectador como con el trabajo mismo, pues allí reside la principal fuente de motivación.

Andrea menciona que en cada proyecto hay diferentes obstáculos. Lamentablemente la falta de apoyo en los proyectos audiovisuales perjudica el avance. Muchos cineastas no tienen lugar o un camino con los medios, apoyo o herramientas para realizar su proyecto. Entonces se estancan y ven el cine como algo inalcanzable o sin futuro.

Considera que en Guatemala se abre un nuevo rumbo con muchas personas interesadas en el cine y nuevas plataformas, lo cual es alentador. La nueva generación debe aprovechar estos impulsos para generar una industria donde quepan los sueños de muchos cineastas más.

El suyo es tener un estudio de grabación para hacer doblajes y el diseño sonoro de los proyectos.

Por Verónica Sacalxot / Colectiva Lemow