El cine está cambiando, nuevas propuestas para ver, explorar y crear

El cine está cambiando, nuevas propuestas para ver, explorar y crear

Ana Lucía Ponciano empezó a explorar y aprender dirección en teatro, luego tomaría esa experiencia para incursionar en cine. Debido a que las oportunidades de estudiar dirección son nulas, su formación consistió en tomar en la Licenciatura de Arte Dramático en la USAC (Universidad de San Carlos de Guatemala) y en un técnico de Casa Comal, de la mano de maestros como Flora Méndez, Ángelo Medina, Estuardo Galdámez y Andrea Dardón, quienes la introdujeron a la dirección documental.

El ejemplo de varios directores en los rodajes en que ha colaborado ha sido su otra fuente de aprendizaje. Uno de ellos, un videoclip dirigido por Julio Hernández, le permitió analizar y redefinir su punto tesis. Ana Lucía menciona que no puede desvincular la dirección teatral de la audiovisual. Los procesos son distintos, pero hay herramientas comunes.

Ha participado en cortos y videoclips en los que ha tenido oportunidades de explorar su faceta de directora, aunque también se ha involucrado en la producción y dirección de arte, tanto en cine como en publicidad. Considera que todavía está empezando su camino en el cine. Uno de sus intereses particulares es el trabajo con los actores, la construcción de personajes y el uso de la improvisación como técnica rigurosa. Estudió actuación y cree que esta es un ámbito aún débil en la dirección del cine local. Desde su perspectiva, el actor necesita de un acompañamiento emocional, psicológico y creativo. Por esa razón decidió estudiar terapia gestáltica para investigar y aplicarla a otras formas de dirección durante el proceso de creación de personajes. Actualmente se encuentra en proceso de investigación para hacer su primer documental. Hace algunos meses estuvo en Costa Rica Festival Internacional de Cine CRFIC, participando en un taller de desarrollo de personajes. Lamentablemente llegó la pandemia y las cosas se complicaron, pero su investigación no se ha detenido.

La dirección de cine hecho por mujeres aumenta. Hay contenidos, ritmos y miradas diferentes gracias a más directoras en Guatemala y toda Latinoamérica. Sin embargo, la desigualdad sigue siendo un reto. La Asociación Guatemalteca del Audiovisual y Cinematografía AGACINE realizó recientemente la Muestra de cine hecho por mujeres. En estas producciones, menciona Ana Lucía, se puede ver que la forma de construir y ver a los personajes es diferente. Tienen una empatía distinta, un tacto y una voluntad de generar con el espectador cierta cercanía. Ana piensa que este tipo de aperturas y posicionamientos deben empezar desde las escuelas y los espacios de formación. Los desafíos de una mujer directora en el cine, en un país donde la industria es incipiente, son los mismos que enfrentan todos los cineastas; pero se suman los retos diarios de la desigualdad de género. Ana Lucía observa que existen cambios entre generaciones, algunas, las más jóvenes, hacen posibles espacios más equitativos para una participación equilibrada, haciendo cine como colectividad.

No obstante, la menor participación de mujeres directoras es una constante. Para los rodajes ellas suelen estar a cargo de maquillaje, vestuario y arte, lo cual está bien, pero hace falta más presencia femenina en puestos de dirección. AGACINE maneja una estadística que refleja cambios positivos respecto a la participación de las mujeres. No obstante, la falta de una ley de cine y fondos nacionales para formación, desarrollo, producción y distribución no deja de ser obstáculo para impulsar una industria con equidad. Ana no duda que lograr una industria con más directoras de cine es un proceso que ya comenzó, pues desde hace varios años muchas mujeres que se dedican a despejar la brecha. A ellas se suman las directoras emergentes y las estudiantes de fotografía cinematográfica, a quienes recomienda tener siempre consigo un cuaderno de dirección para anotar, a modo de bitácora, sus procesos y errores. Con el tiempo, esta puede ser una herramienta para hacer cine desde lo que ya conocen, desde los recursos que tienen a mano, confiando en su intuición. Para ella misma esa ha sido una manera de mantener activa la búsqueda en su proceso creativo. Aconseja además no dejar de generar alianzas con las y los colegas, pues la colaboración es un espacio valioso para explorar y crear.


 Verónica Riedel ha dirigido documentales, comerciales, videoclips y promocionales desde 1998. Se especializó en La Universidad de California en dirección actoral. En su opera prima de ficción, Cápsulas, comprendió que la dirección consiste no solamente en la relación con los actores, sino en mantener la congruencia de toda la película, es decir, velar porque la edición, fotografía, tono y todos los elementos necesarios para transmitir la historia estén en sintonía.

Riedel considera que se necesita más historias de mujeres. Su trayectoria es una búsqueda de realizar películas con puntos de vista femeninos, las cuales no han sido recibidas como le hubiese gustado. Esta incomprensión, incluso de muchas mujeres, se debe a que aún no existen suficientes referentes o antecedentes. Sin embargo, como jurado en varios festivales le emociona comprobar que cada vez hay más propuestas de mujeres que ganan premios. Aún falta un largo camino, pero las cineastas demuestran que están ansiosas por contar y contar más.

En su primer largometraje, Riedel menciona que tuvo que hacerse cargo del cien por ciento del financiamiento, ya que no encontró oportunidades de inversión que creyeran en su propuesta. Piensa que con la trayectoria internacional que tenía, si hubiese sido hombre, conseguir financiamiento a lo mejor habría sido más fácil; no obstante, también reconoce que cualquier inversionista quiere ver su dinero de regreso y el cine en la región todavía no representa un retorno asegurado.

Por otro lado, Verónica se siente parte de una generación sin compañeros de escuela. De forma solitaria, trabajó y vendió su obra plástica con el sueño de ahorrar para contar una historia a través del cine. Y lo hizo. Comenta que una no se convierte en directora de largometrajes hasta hacerlo, aun cuando la cultura machista coloca barreras. A su expareja le felicitaban por ser “su mecenas” creyendo que él había financiado la película. Al preguntarle por qué no decía la verdad, es decir, que ella misma era su propia financista, respondía que «nadie lo iba a creer». Situaciones como esta hacen que Riedel apueste por pronunciarse asertivamente a través del cine para demostrar lo que puede hacer una mujer.

Dirigir una película es una hazaña que conlleva responsabilidad total. Como mujeres en el cine, es importante respetarse y entenderse entre sí para lograrlo. La aparición de más mujeres directoras es un hecho que Riedel celebra, pero sin olvidar que es un reto que se debe asumir con valor, mejor si están acompañadas. Su concejo para las directoras emergentes y las estudiantes es aprender todo lo que puedan, con mente crítica pero evitando juicios personales, reconociendo que se necesita de otros y otras para hacer realidad las historias, siendo fieles a su fuerza interna y a su misión. Y estar en contacto con mentoras que les ayuden a creer en sí mismas y no caer derrotadas ante los desafíos.


Camila Urrutia comenzó su relación con el cine a finales de los noventa porque era lo que le gustaba. En ese entonces conocía a pocos cineastas y le pareció extremadamente novedoso. Estudió en Canadá, donde dirigió tres cortos personales experimentales. A su regreso en Guatemala, trabajó por mucho tiempo en la realización de documentales sobre las primeras colectivas feministas del país. Realizó además un par de cortos de ficción a modo de ejercicio para lanzarse algún día a la aventura de un largometraje, el cual llegó en 2017 con el nombre de Pólvora en el Corazón.

Considera que los proyectos cinematográficos escritos y dirigidos por mujeres van en aumento. Hoy se encuentran otras miradas cinematográficas que por mucho tiempo fueron escasas. Eso la pone muy feliz, sin embargo, en Guatemala aún faltan demasiadas. Sobre los retos de una directora en un país con industria incipiente, uno de los principales puede ser creer en sí misma y evitar compararse con directores que triunfan. No duda de que se debe contar con mucha ambición para realizar proyectos cinematográficos y es clave, aunque complicado, encontrar a otras colegas directoras/productoras/escritoras con esa misma motivación, coraje y posibilidad para dedicarse al oficio. Muchas veces esa falta se debe a lo deprimente que puede ser no contar con subsidios reales para hacer cine.

Urrutia aconseja a las directoras emergentes y estudiantes que desarrollen su capacidad de convocar y encontrar gente tan entusiasta como una, pues hay muchos creativos que solo están esperando que surja una líder que levante el proyecto para apuntarse a hacer cine.  Al final, directora y productora son una mancuerna. Saber contagiar a otras personas esa emoción y ambición es indispensable.

Cleida Cholotio / Colectiva Lemow