Estilo propio en las manos de las directoras de montaje cinematográfico: Inspiración, paciencia y aprendizaje constante

Estilo propio en las manos de las directoras de montaje cinematográfico: Inspiración, paciencia y aprendizaje constante

«Me mueven las historias de las mujeres, las narrativas que rompen con la hegemonía y que transgreden.«

Débora Chacón desde siempre sintió curiosidad por saber cómo se hacían las películas. Cuando terminó el colegio tuvo la inquietud de estudiar cine, pero al ver el elevado costo de la carrera descartó la idea y en su lugar estudió comunicación. El destino la llevó a conocer cineastas que la invitaron a sus proyectos y poco a poco descubrió un particular gusto por editar. La formación de Débora ha sido la experiencia. Trabajó en un canal de televisión, donde tuvo dos compañeras editoras de las que aprendió mucho, Denise y Jen, cuyo estilo más tarde sería la inspiración para encontrar el propio. Menciona que su escuela es el intercambio de conocimientos y el internet, pues muchas cosas las ha aprendido preguntando, conversando, viendo tutoriales, ensayos y muchas referencias.

Además, Débora ha trabajado en producción y cámara, sobre todo para proyectos documentales e institucionales. El montaje en sus manos es como cocinar. Por ejemplo, le gusta cortar fruta y hacer con ella una composición en el plato. Le sucede lo mismo con la edición, ese despedazar cosas para armarlas de nuevo y convertirlas en algo estético.

Ha tenido muchas experiencias especiales en su trabajo, sobre todo al trabajar con mujeres, desde el activismo hasta la representación de sus historias, donde conecta con otras personas y puede sentir que no está sola.

Débora ve el futuro del cine de Guatemala lleno de historias de mujeres contadas por mujeres. El cine actualmente ya está lleno de mujeres con mucho talento e historias interesantes y espera que poco a poco las cineastas vayan alcanzando más espacios o construyéndolos juntas.

Uno de los obstáculos para las mujeres del cine es, según Débora, la falta de reconocimiento del audiovisual como un trabajo que merece ser bien remunerado. A eso se suma la desigualdad de género, las constantes situaciones incómodas y los obstáculos para acceder a las mismas oportunidades. El reto es mayor para las mujeres, ya que hay un esfuerzo extra de «demostrar», de alguna manera u otra, que el trabajo puede ser tan bueno como el de los hombres.

Institucionalmente, el Ministerio de Cultura no reconoce el trabajo de las artistas como un trabajo formal. La falta de políticas públicas para el desarrollo del cine en Guatemala permite que extranjeros vengan a hacer extractivismo cultural, en lugar de generar condiciones dignas para que las realizadoras guatemaltecas puedan contar sus propias historias desde sus territorios.

En medio de estos retos y brechas género, Débora celebra trabajar audiovisuales con otras mujeres para construir y contar las historias que reivindiquen la vida y aporten en sanar el tejido social, la memoria y la tierra.


«Realmente me mueven los proyectos sobre experiencias muy personales, o proyectos que llevan consigo un mensaje y que no se sienten vacíos de contenido y visión.«

Anna Shaw desde pequeña tenía un gusto especial por el arte, estudió música, pintura y más adelante se interesó por la fotografía. Su primer acercamiento al cine fue a través de la actuación, donde pudo ver que no solo se podía estudiar para estar frente a cámara sino para estar detrás. Y esa opción le encantó. Al salir del colegio se inscribió en la carrera técnica de Cine y TV, se graduó de realizadora audiovisual con especialización en montaje. Durante su carrera en Casa Comal dirigió dos cortometrajes y varios ejercicios, pero antes de volver a dirigir se planteó la meta de comprender el cine desde más perspectivas y nutrirse de otras experiencias.

Para ella el proceso del montaje es terminar de darle forma a una historia que por mucho tiempo se ha construido, darle vida, coherencia y un estilo propio. Anna valora la posibilidad de crear algo con amigos. Ha sido directora de fotografía en los proyectos realizados desde TZAB, su productora, y también ha trabajado como asistente de dirección, script y data manager en otras producciones.

En 2017 realizó su primer largometraje de ficción, Hogar Seguro, producido por Casa Comal, el cual describe como un proceso largo pero especial que marcó su vida. Ante un tema tan doloroso, considera fundamental no quedarse callada.

Anna considera que a largo plazo es posible una industria de cine en el país, pero eso dependerá de la preparación y colaboración de la comunidad de cineastas. El apoyo mutuo es clave. Para ella las acciones de AGACINE para impulsar la ley de cine, así como de otras personas y grupos del gremio, son un paso a seguir y respaldar. Cree también que es importante descentralizar la formación y producción de cine de la ciudad capital.

El cine es parte de la construcción de nuestra memoria, piensa Ana, por eso el camino es insistir en dirigir sus propias ideas, escribir y estar en constante formación.

La ciudadanía debe exigir mayor valor, apoyo en interés a la cultura. No hay ningún esfuerzo estatal enfocado en cine, lo que hace que el acceso a la formación sea difícil. 

Actualmente Anna está incursionando en el mundo de la animación 2D, 3D y el arte digital, así como en corrección de color. Desde TZAB, su sueño es abrir un estudio para post producción de audio y video. El reto siempre será seguir innovando en las formas de contar.

Por Véronica Sacalxot / Colectiva Lemow